CÁRITAS vocación de transformación social
Nuestra Cáritas parroquial de San José, no tiene sólo una vocación asistencialista, respondiendo a la inmediatez de la falta de los recursos más elementales de subsistencia, situación agravada por la falta de empleo y de recursos económicos. Nuestra vocación también es un trabajar para el
cambio de estructuras que provocan situaciones de injusticia, sufrimiento, pobreza y exclusión. Y tiende a erradicar o modificar las causas que lo provocan.
— Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. — Esta es la vía institucional -también política- de la caridad. Nuestra Cáritas parroquial de san José, quiere ser fermento en nuestra sociedad aguileña de transformación. Para ello, hemos de desarrollar nuestra dimensión política y social. El voluntariado es la expresión de una comunidad que asume su responsabilidad ante los hermanos. El voluntariado, de los que colaboran con Cáritas, es la realización del compromiso comunitario, fraterno, solidario y con los últimos.
La acción social de Cáritas opta por la transformación de manera integral, se ama al prójimo tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad, según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Ésta es la vía institucional —también política, podríamos decir— de la caridad. No somos una empresa de asuntos sociales, ni nuestro servicio en el campo social está llamado a ocupar espacios que competen a la responsabilidad de otros en la sociedad, en la vida público-política. Pero sí estamos llamados a incidir en la medida de nuestras posibilidades en las estructuras jurídicas, económicas, políticas y culturales que configuran la polis, la vida de la comunidad política. Y esto lo podemos hacer de muchas maneras: reconociendo a cada institución pública sus derechos y exigiéndole también sus deberes, incidiendo en la transformación necesaria de las estructuras que generan pobreza y exclusión social, y siempre que sea necesario a través de la denuncia profética. Necesitamos recordarnos que, si bien nuestra tarea no es la política, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, lo que decimos y lo que callamos no es neutro e incide, para bien o para mal, en la vida pública, manteniendo estructuras o transformándolas. De manera muy especial hemos de estar muy atentos al interés de las instituciones públicas por ocultar los rostros de la pobreza. La sociedad se defiende ante los pobres invisibi-lizándolos, quitándoles el rostro, haciéndolos puro número, elementos insensibles de una estadística o mera realidad sociológica. Es la primera forma de hablar de ellos ignorándolos y despojándolos de su identidad y dignidad. Para nosotros, los pobres «no son números, son personas». Dejémonos, por lo tanto, de sermones de huecas palabras en los púlpitos de nuestra parroquia, y bajemos a la arena de la vida, donde los más pobres de Águilas luchan por su presente y su futuro; y abandonemos tantos discursos demagógicos e ideologizados en los plenos de nuestro ayuntamiento, porque los pobres no son ninguna moneda de cambio, sino destinatarios de nuestro trabajar unidos por un Águilas donde se destierre la pobreza que tantos sufimientos provoca.