Primeros vestigios cristianos en nuestro pueblo de Águilas
Comenzamos diciendo que la presencia cristiana en nuestra costa tiene su origen en el siglo III. Proveniente de los marinos, navegantes y comerciantes que venían de la ciudad de Cartago. Allí, después de la victoria de los romanos sobre sus ciudadanos en el siglo III antes de Cristo, fue reconstruida por sucesivos emperadores que la embellecieron y la adornaron con suntuosos edificios que hoy en día son el asombro de los que visitan la actual Túnez, lugar donde se asentó esta espléndida ciudad romana.
Sí, nuestra fe cristiana nos vino de allá, y parte de la fachada del litoral del Sur y del Este de la antigua Hispania fue debido a esta gente del mar. En el Museo Arqueológico Municipal aguileño, se muestra una basa de la vasija que lleva grabada un ancla en forma de Cruz. Es evidente que es un signo cristiano. El ancla representa la virtud de la Esperanza. En la calle de Lara se encontró la valiosa pieza para nosotros los cris-tianos, porque nos dice que los años 200 ya arribaban a nuestro puerto navegantes y comerciantes que pro-fesaban la fe y la esperanza en Cristo Jesús. Ahora bien, lo fundamental es que ese cristiano dueño de la vasija se quedara en este poblado de Akilae y formara parte de una pequeña comunidad cristiana.
Opino que es verosimil porque el vestigio del gravado de esta ancla crucífera aparecida en una de las vías del poblado romano, nos puede indicar la presencia de los primeros cristianos aguileños en esos remotos tiempos. No pienso en un templo cristiano, porque perqueño que fuera, ya los había paganos en la cima de nuestros montes como estuvieron los molinos de Sagreda o de los Alacranes, sino que la primera comunidad seguidora del Evangelio de Jesús, se reunían en la casa o “domus” del principal de ellos, como hacían los discípulos, según el libro de los Hechos 2, 42. 46, para sus reuniones litúrgicas, o celebración de la Eucaristía, comnocida en los pimeros tiempos como la Fracción del Pan.
… Hasta la peña del Águila
Si nos fijamos en el poblado hispano romano de aquel siglo podemos decir que no llegaría a 300 habitantes. Eran los mismos moradores que residían al principio de la fundación del Águilas moderna en 1785, cuando las primeras calles se construyeron en las ruinas pertenecientes al antiguo poblado de Akilae. Un asentamiento de tipo de ocio y descanso para los concesionarios del garum y de las minas de aquellos siglos de dominación romana. Las termas tanto las del Sur del siglo II, como las del Norte siglo III, atestiguan este aserto. Y desde entonces el fondeadero de levante servía como puerto de Heliolocra (Lorca) para entrada y salida de los productos de su Campo y Huerta. Con la caída de Cartagena en el año 425 por las tropas visigodas de Alarico, la población de Akilae huyó despavorida a los valles y campos de su entorno. Por entonces habría en el poblado una comunidad cristiana bastante considerable. De hecho en el año 303, durante el Concilio de Elvira, (en las inmediaciones de Granada) participó un obispo llamado Segundo, pocedente de esta comarca urcitana que comprendía además Lorca, con su obispo Suceso.. Y cuando pasaron las hordas de los bárbaros camino del norte de África, Akilae se hallaba desierta y no consigueron el botín que ellos pensaban aprovecharse. Por eso no se establecieron en ese poblamiento abandonado. Pero lo mismo ocurrió cuando llegaron los árabes en el año 711. Con el Califa Abderramán III comenzó el movimiento de la navegación comercial y embarque por el puerto de Águilas en árabe Aqla. Para asegurar su tráfico se construyó en el 920 un pequeño baluarte o torre en lo que es hoy el monte del castillo. El idrisi en 1250 lo nombra en su periplo marítimo como puerto de Lorca. Pero no hubo una Medina o pueblo árabe. Éstos hicieron lo mismo que los bárbaros de Alarico no crearon una población considerable. Más cuando esta comarca de Lorca cayó en manos castellanas en 1243, la torre árabe de Aqla estaba derruida. Así lo afirma un cronista del rey castellano Alfonso X el Sabio cuando organizó de nuevo la antigua diócesis de Cartagena. Al señalar el territorio diocesano por la parte de Poniente de Cartagena afirma que el límite llegaba hasta la peña del Águila: esto es el monte de las Águilas sin una torre o baluarte en su cima.
La torre de Cope y su Cristo Crucificado
El abandono en el paraje llamado Marina de Águilas y Cope duró más de trescientos años. Hasta 1570 no se construyó la torre de Cope con el título de Santo Cristo y nueve años más tarde se levanta la de las Águilas cimentada en las ruinas de la atalaya árabe. Pero sirvió de bien poco, pues al estar con una mínima guarnición no pudieron defender la costa del ataque de los numerosos moros que llegaban con afán de rapiña y de destrucción. Al principio del siglo XVII los piratas asaltaron la torre de Cope y prendieron fuego a su ermita y a su venerada imagen de Cristo Crucificado. Dice la historia que, cuando llegaron los franciscanos de Lorca, encontraron casi intacto al Crucifijo en donde la madera solo estaba chamuscada. Con gran veneración se lo llevaron a su convento de las Huertas donde estuvo depositado en un altar hasta la destrucción del Santuario en agosto del año 1936. En esa fatídica fecha también fue pasto de las llamas las iglesias y lugares de culto de la ciudad, como ocurrió con nuestro templo Parroquial de San José, ermita del Calvario donde fue derribada y las capillas de las monjas de la carretera de Vera y del Hospital de Caridad de San Francisco.
Con el siglo XVIII llega el renacer de las Águilas modernas. Aparte de la torre de Las Águilas convertida en la torre de San Juan por ser devotos del Bautista los últimos alcaides del mismo nombre, se edificó el 1728, en la misma lengua del mar, un gran almacén y ermita por el primer constructor de la marina de Las Águilas, Don José de Balaguer. El mismo que levantó la conocida Casa Grande en las inmediaciones del pueblo con dirección a Lorca. El edificio en gran parte está en pie con su airosa y espléndida reja rematada con una Cruz barroca. El inmueble que sirve ahora de almacén de los aperos del campo, debe de ser declarado de bien histórico cultural del pueblo de Águilas. El motivo es que se construyó casi treinta años antes que nuestro baluarte. En agosto de 1756 tuvo lugar la inauguración de nuestro castillo de San Juan. Nueve años más tarde el Conde Aranda lo visita y lo primero que pide, su capital Juan de Molina, es un capellán para el servicio religioso de la tropa y de la gente ocupada en los embarques del puerto.
El antiguo almacén que hizo las veces de templo parroquial
Antes de la inauguración del Castillo se encontraba una pequeña ermita, tal vez de san Juan, junto al almacén de granos que fue construída por D. José de Balaguer, el primer constructor de Águilas. Este eremitorio servía para que los frailes franciscanos de Lorca, vinieran por Pascua florida a este apartado lugar para el cumplimiento de Iglesia. De tal manera que alrededor de esta ermita, situada en la actual calle Murillo a espalda de la de san Juan, tuvo lugar los primeros pasos del Viacrucis, siempre guiados por un franciscano. Los asistentes eran siempre los obreros del embarque del puerto y los componentes de la torre de las Águilas construida en 1579. En aquellos años pasaba lo mismo con la ermita de Cope, (¿Cuándo la van a restaurar?). Incluso con las capillas existentes en Tébar y Chuecos atentidas por capellanes que estaban subvencionados por los dueños de las fincas del Señorio. Al llegar el año 1765, con la llegada del conde de Aranda, ya hemos hecho referencia que lo primero que hizo el gobernador del castillo D. Juan de Molina, es solicitar una bocina y un capellán, porque sabía lo abandonado que estaba en lo espiritual tanto sus hombres como el incipiente poblado. Contaba entonces con 177 habitantes. Así ocurrió hasta llegar el año 1790 cuando Águilas tenía en su casco urbano y campo más de 1.200 vecinos.
Entonces fue nombrado un sacerdote en la persona de D. Francisco Javier Contreras como cura encargado, pero subordinado a la Colegiata de San Patricio de Lorca. Esta ayuda de parroquia se le puso el nombre de la Purísima Concepción y San Indalecio. En aquel momento se habilitó un almacén propiedad de los Grises para que hiciera las veces de templo. No era una parroquia independiente, pero sí tenía pila bautismal y en ella se celebraban los sacramentos y funciones propias de la liturgia de nuestra comunidad eclesial. Nada menos que transcurrieron sesenta y tres años hasta llegar al tres de diciembre de 1853 donde habilitó el nuevo templo parroquial que ahora tenemos y gozamos.
El benefactor de Águilas, D. Antonio de Robles Vives
En el verano de 1790, se inauguró el almacén de la calle Floridablanca como nuevo templo parroquial con el título de Purísima Concepción y San Indalecio. El motivo de éstos títulos era porque la Purísima se consideraba como Patrona del nuevo poblado. Hay que tener en cuenta que años antes nuestro rey fundador Carlos III declaró como Patrona de España y de las Indias a la limpia e Inmaculada Concepción de María, tal como se conocía en aquella época. Por ello, presidía en el altar mayor un hermoso cuadro de la Purísima donado por el benefactor de Águilas, D. Antonio de Robles Vives. Además gran parte de los vasos sagrados y de culto los donó este gran hombre que se dejó la vida en abril de 1808 por defender los intereses de las clases más bajas cuando los defendió de los privilegios de los ricos de Lorca que poseían la propiedad de los riegos de su término. Con respecto a nuestro pueblo, protegió a los pobres labradores de la usura de los comerciantes franceses que apenas les pagaban los productos de campo como era la barrilla y el esparto. D. Antonio creó una especie de cooperativa para que los labriegos pusieran sus precios ante la avaricia de los señoritos franceses. Constantemente Robles Vives desempeñaba con esplendidez el oficio de Protector de la incipiente feligresía, y es posible que los gastos del cura encargado, además del culto, iban todo a su cuenta. Cuando este cesó en septiembre de 1793, estas cuentas pasaron a la Real Empresa, Institución creada por Carlos III para repoblar la marina de Las Águilas. San Indalecio, el otro titular de la recién nombrada ayuda de Parroquia, fue debido a la creencia que por ser el primer Obispo de Urci durante la persecución de Nerón lo despeñaron por el monte de Las Águilas. Todo esto es pura leyenda. Cae dentro de la invención humana. Pero los que creen que Urci estuvo entorno a Almeria, aceptan el martirio de San Indalecio en su zona. Y su catedral está consagrada a este santo que la leyenda lo ha transformado. Lo más verosimil es que Indalecio fue un ermitaño con fama de santo y cuando llegaron las huestes de la morísima, en 1711, sus restos fueron llevados a Jaca para no ser profanado. Y allí en su catedral descansa debajo de su altar mayor.
El proyecto inicial del Templo Parroquial
El almacén habilitado como iglesia en el verano de 1790, era de una manera provisional, pues estaba en proyecto de construir un templo digno conforme a los planos, levantados por el famoso arquitecto de la Familia Real, Don Juan de Villanueva. A tal efecto, el conde de Floridablanca, en Febrero de 1787 envío dichos planos al encargado de ejecutar el trazado de las calles de Águilas, a Jerónimo Martínez de Lara. Según los planos el futuro templo estaba dentro del estilo barroco de la época. Su ubicación de proyecto entre la Cuesta del Caño y la Plaza Mayor, esto es, entre la calle Sagasta y la Glorieta. Los vecinos de la época pensaban que iban a disponer de un suntuoso templo conforme a los planes ilustrados del gobierno del rey Carlos III. Ya estaba en marcha el edificio de la Real Posada, del palacio de la Real Aduana y se había terminado la monumental Fuente con su seis caños suministrando agua al nuevo poblado. Pero se equivocaron. El tan deseado proyecto se vino abajo. Con la caída de Floridablanca en 1792 y el retroceso económico del reinado de Carlos IV el proyecto de Villanueva quedó en el olvido. Y el almacén que servía de Iglesia continuo como tal hasta transcurrir sesenta años cuando se inauguró en nuevo templo parroquial de San José.
En 1810 la población se duplica a pesar de la guerra contra los franceses, pues llegó a contar 1.063 habitantes. Con este aumento la lógreba almacén se quedó pequeña y muchas veces en las fiestas principales en la cercana Plaza Mayor se celebraba el culto divino. Ello hizo que el párroco Fray Juan López Padilla pusiera en conocimiento del comisario de la Real Empresa la necesidad de emprender las tan deseadas y necesarias obras del proyectado templo. Transcurría el año 1811.
El inicio de la construcción del Templo Parroquial
Olavide (comisario de la Real Empresa) se presentó de inmediato ante el requerimiento del párroco , franciscano Juan López Padilla, en el nuevo poblado de Las Águilas, y comprobó la justa demanda del cura. Observó que el mejor lugar para construir el templo era en la misma Plaza Mayor, y no en la calle Conde de Aranda, esquina a la cuesta del Caño. Para ello compró las tres tahullas y el almacen del marqués de Ruvira que daba la fachada a Poniente de la plaza. El inconveniente estaba que detrás de la parcela daba al terreno arenoso de la playa de Levante. Pero las antiguas casas se derribaron y Olavide encargó al teniente de ingenieros militares Don Juan Cayetano Morata que levantara el plano de la futura iglesia. Este así lo hizo al final de 1811, haciendo la salvedad que se añadiera más terreno a la parcela que resultaba bastante ajustado al proyecto. Se compró los metros que faltaban y quedó la superficie en 14.560 pies, apta para comenzar las obras. Hay que señalar que el precio del solar fue a cargo de la Real Empresa de riegos de Lorca y repoblación de Águilas fundada en 1785 por nuestro rey fundador Carlos III. Claro que la institución carolina abonó el precio del terreno de la futura iglesia del cobro del impuesto de las casas protegidas que eran casí la mitad de las construidas en la nueva población y puerto.
De pasada añadimos que, desde el 25 de mayo de 1800, el titular de la parroquia pasó de la Purísima Concepción y San Indalecio al Patriarca San José. Creyendo que las obras se iban a ejecutar de inmediato el nuevo párroco D. Juan Garcia de la Plaza, el 14 de Febrero de 1814 informó a Morata que hasta la fecha llevaba 500 carretadas de piedras de sillería y arena de la Rambla del Cañerete “muy limpia y sin salitre”. Señaló además el cura que no dejaba “resorte sin tocar”, esto es que D. Juan recurría a todas las instancias del Reino para que ayudasen a seguir con las obras, “pues el futuro templo era indispensable para el culto divino que se veía ultrajado en este almacén que sirve de iglesia, pues tiene que poner cebos para cazar los inmundos animales que aquel lógrebo y húmedo sitio produce.” La humedad por la cercanía del mar era tan grande que el cura tuvo que poner grandes alfombras de esparto para proteger el suelo de su dañina influencia.
Los largos años de la construcción de nuestro templo Parroquial
Por encargo del presidente de la Real Empresa D. José Felipe de Olavide el ingeniero del ejército D. Juan Cayetano Morata levantó el plano de la proyectada iglesia fechado en Murcia el 13 de marzo de 1811. Después le hizo saber a Olavide que la superficie del terreno resultaba pequeña para el proyecto del templo. Le sugerió que debería alargarse la parcela por la parte de la plaza “donde queda suficientemente ensanchada para el tráfico de gentes y carruajes.” Con esta añadidura el solar se quedaba suficientemente amplio con 15.000 pies. Con alborozo se comenzó el traslado del material. Tres años más tarde el nuevo párroco D. Juan Garcia de la Plaza (19 de Febrero de 1814, seis meses antes de terminar la guerra de la independencia) informó a Morata que hasta la fecha llevaba 500 carretadas de piedra y arena de rambla “muy limpia y sin salitre”. Creemos que la cantera estaba situada en el montículo norte de “Urcisol” en la carretera de Lorca donde en su cima se ve una Cruz de hierro. Señaló además el cura que estaba enormemente dedicado a la obra al ver la necesidad tan grande de construir cuanto antes el nuevo templo, pues en el almacén que sirve de iglesia tiene que poner cebos para coger los inmundos animales que aquel lóbrego y húmedo sitio produce.
Viendo el vecindario la arena y las piedras talladas por los canteros en el solar, y la actividad del nuevo párroco en continuar las obras, pues, ya los cimientos estaban acabándose de construir, creían que dentro de unos cortos años iban a contemplar la nueva planta de la iglesia, objeto de sus sueños y ansiedades. Pero no ocurrió así. La mayoría de aquellos aguileños murieron antes de contemplarlo airoso en su espléndida Plaza Mayor. El tiempo pasaba inexorablemente y los naturales del poblado observaban que los montones de materiales de construcción seguían amontonados y las obras en paro forzoso. Se dejaba notar la gran crisis que sufría el reino de España después del huracán devastador de la guerra contra la invasión francesa.
Las dificultades en la construcción
de nuestro templo Parroquial
Mirando a las páginas históricas sobre la construcción del templo parroquial de San José que, por otro lado, nos pone en conocimiento los problemas y contrariedades que tuvieron que hacer frente nuestros antepasados para seguir adelante el proyecto de contar el nuevo poblado y puerto para ver en realidad la estampa neocolonial de la iglesia en proyecto. La verdad que en la mente de los fundadores de Águilas como fueron Robles Vives y el Conde de Floridablanca era de construir una iglesia de estilo barroco, como la que vemos en la de Santa Bárbara de Madrid. Pero el signo de los tiempos eran contrarios cuando se originó la revolución francesa en 1789 un año después de la muerte del gran Carlos III nuestro rey fundador. Y todo el caudal de dinero tuvo que ir en ayuda de la guerra que sostuvimos contra los revolucionarios franceses. Por si faltaba poco, nos sobrevino la invasión de Napoleón Bonaparte que, al final de una feroz contienda, nos dejó a los españoles sin un céntimo en nuestros bolsillos Por eso las obras de nuestro templo estaban paralizadas durante un quinquenio. Seguimos con nuestro personaje Don Juan Cayetano Morata. En Mayo del 1816 el arquitecto, una vez terminado los planos encargados, solicita a D. Pedro de la Puente, comisionado de las Reales Obras un total de 4.000 reales por importe de su trabajo. El escrito es transmitido a D. Antonio Prat, fiscal de la Real Empresa. Una vez estudiada la solicitud de Morata comunica a de la Puente que el precio presentado es excesivo y que con mil reales se pagaba bien el trabajo del arquitecto. Parece ser que Morata cobró esa cantidad y todos bien avenidos. Pero cuando D. Antonio Prat se presentó en la Plaza Mayor con los planos, comprobó que el solar era insuficiente “porque la figura que ha dado a la planta no conviene al terreno que está elegido porque el templo quedaría suma-mente reducido” y propuso comprar más terreno y revisar los planos conforme al solar añadido. De nuevo, la aspiraciones de los feligreses en var la reanudación de las obras, cobraron partido pero conforme a los documentos consultados tuvieron que pasar diez años para que los pedáneos Francisco Trench y Alejandro Martínez Montenegro escribieran una sentida súplica al rey absoluto Fernando VII para que pusiera una carta en el asunto.
Carta súplica al rey Fernando VII para continuar
con las obras del templo.
Por mucho entusiasmo que pusieron los vecinos de Águilas para levantar el templo parroquial el cura se dió cuenta que sus feligreses por sí solos no podían adelantar gran cosa. Por esta razón, el Vicario D. Fulgencio Gil, decidió escribir al monarca Fernando VII una súplica de ayuda para continuar con las obras. El documento lleva fechado el 23 de Noviembre de 1830, conservado en el Archivo Municipal de Lorca. Por su importancia vamos a transcribirlo en los siguientes términos:
“La Real Munificencia de los augustos señores reyes D. Carlos III y IV abuelo y padre de V.M. -que en paz descansen- dio un considerable aumento a esta población, proporcionándole edificios de morada, aguas saludables y todos los útiles accesorios de que carecía para proteger las artes, comercio y agricultura. Nada perdonaron aquellos reales y piadosos corazones en beneficio de esta hermosa parcela para su cultivo y administración que acertadamente consiguieron. Sólo quedó sin ventajas la casa de aquel Divino y Poderoso Señor que adoramos los cristianos; y a la mofa y burlas del judío y sectario que surcan este puerto en su tráfico comercial. Infinitas y reales obras proyectaron para la construcción del templo, más, por desgracia, y causas que se ignoran, aunque en varias épocas lo intentaron, pero no se ha verificado y sigue colocado, como antes de engrandecerse la población, en uno de los almacenes construidos sin diferencia a otros para la colocación de barrillas y esparto, pagando por su alquiler tres reales diarios. Su lonreguez y corto círculo no permite la cavidad de una tercera parte de almas de las que en la actualidad consta esta feligresía. Y así es que aglomerándose unas sobre otras son temerosas de oír el Santo Sacrificio de la Misa y doctrinas evangélicas…”
Escrito del cura D. Fulgencio Gil al Rey Fernando VII
“…./…. No transcurre días festivos en que no hay que sacar y correr con viento libre a personas de todas las edades que soporadas se exponen a perecer a pesar de que una Misa que dan en la calle resulta de tal manera que más parece un juego de niños las genuflexiones y signos cristianos que se hacen en los distintos grupos que actos de religión. Impulsa esta sencilla y verídica exposición al más piadoso y poderoso de Vuestra Benéfica Majestad, esperando que como Padre General de la Monarquia española y primer interesado del honor y decoro del divino culto, la protegerá y a imitación de sus augustos predecesores, ayudará a este sumiso vecindario a proseguir la construcción de la casa del Señor de cielo y tierra que de limosna han principiado y siguen a proporción de los que pueden seguir aportando hasta lograr tan justo como debido objeto.”
El escrito de D. Fulgencio terminaba solicitando un donativo sacado de los arbitrios cancelarios del tráfico portuario. A los cuatro meses, el 30 de Marzo de 1831, se contesta desde la Secretaría de Estado que se conceda dicho arbitrio similar a los concedidos en la construcción de iglesias, al mismo tiempo se solicita que se envíe el estado actual de las obras del futuro templo de San José y el costo total que tendrá hasta su conclusión. Llenos de alegría por tan feliz noticia se suma a la petición de Don Fulgencio el pedáneo Ramón García y el comisionado de la Real Empresa Francisco de la Guardia comunicando a la Secretaría de Estado en Madrid a través de la Intendencia de Murcia.
Vicisitudes en la construcción de nuestro Templo Parroquial
Después de la solicitud del cura Don Fulgencio Gil unida a los informes favorables de los pedáneos y el síndico de los comerciantes de Águilas, el delegado de las Rentas de Murcia contesta a la Secretaría de Estado de Hacienda y a la Dirección General de Propios y Arbitrios, lo siguiente: “… El estado actual de las obras es el siguiente: circunvalación del solar (vallas protectoras) con los cimientos preparados para colocar las piedras sillares que elaboradas se encuentran en su inmediación para formar un zócalo de dos varas de alto, que dará hermosura, fuerza y apoyo a los arcos de ladrillo y menuda cantería que ha de formar las naves y capillas adyacentes, necesitando ocho o nueve mil duros para acabar las obras.” No cabe duda que el total de las obras, suponemos, que llegaría a los casí veinte mil duros, si no la suma del dinero llegó hasta los treinta mil duros hasta culminar el remate, hasta llegar a la bendición e inauguración del tan deseado templo. Los arbitrios que ya dimos referencia en dos capítulos anteriores no se llegaron a cobrar y metidos ya en el año 1835 Ginés Antonio Romero Morales, Alcalde del nuevo y definitivo Ayuntamiento manifestó por escrito a la Intendencia de Murcia lo que sigue: “Esta población no tiene templo, y el Santísimo se halla en un almacén alquilado, celebrándose la Santa Misa en la Plaza Mayor en donde el Obispo ha hecho las confirmaciones. Los fieles pagan religiosamente el diezmo con que ha edificado los cimientos con las limosnas del vecindario. Se han reunido materiales que no pueden emplearse por falta de fondos, considerando las burlas de los embarcados al ver que no se tiene un templo digno en la poblsación y éste Ayuntamiento acuerda exponer a S.M. que se conceda unos arbitrios especialoes para la construcción de dicho templo.” Águilas 4. 09. 1834
El alcalde Romero pieza clave en la construcción del templo
Largos años tuvieron que transcurrir hasta que nuestros paisanos pudieran ver construído el ansíado templo de San José. Aquellos tiempos eran de hambre, de epidemias y de miseria. A pesar de ello los aguileños daban más de lo que podían para que las obras se llevaran a cabo. Ya lo anotaba el alcalde por aquel entonces, Ginés Antonio Romero Morales en un escrito con fecha 4 de Septiembre de 1834: “Los fieles pagan religiosamente el diezmo con que se ha edificado los cimientos con las limosnas del vecindario… y este Ayuntamiento acuerda exponer a S.M. que se conceda unos arbitrios especiales para construcción de dicho templo.” Los arbitrios ya estaban concedidos por el rey Fernando VII, pero no se aplicaban y las obras estaban paralizadas. Al final los arbitrios se impusieron en concepto de Culto y Clero y las obras tomaron su ritmo ordinario. No olvidemos que ya Águilas, de una simple pedanía de Lorca, se había convertido, desde Junio de 1834, en Ayuntamiento definitivo, tal y como estoy escribiendo en mi libro sobre el tema y que es continuación del anterior mencionado, por eso la solicitud del alcalde Romero tuvo su eficacia. No era ya un simple pedáneo, sino la primera autoridad de un pueblo que era independiente del Corregimiento de Lorca. Por otro lado, aqui tengo que resaltar la figura gigante de este aguileño que fue uno de los más destacados de la segunda mitad del siglo XIX. Su trayectoria como político y como rico hacendado, llenó las páginas de nuestra historia hasta llegar a septiembre de 1844 en donde entregó su alma a Dios. Su fe religiosa le llevó a encargar en su testamento 200 misas por su alma y una buena cantidad de reales para socorrer a los numerosos pobres de la población. Su hermano menor José María, nacido en 1808 y ordenado sacerdote en 1850 puso todo su caudal a disposición del coste de las obras del templo. Y fué él quien costeó la artística imagen del Nazareno que por desgracia se destruyó en el vandálico asalto del 14 de agosto de 1936. Este sacerdote sí tuvo la gracia de ver levantado el templo parroquial, y sirvió como coadjutor durante toda su vida ayudando al párroco D. Antonio Munuera, tan estimado y querido por sus congéneres.
Primera iglesia a comienzos de la fundación de Águilas.
Año 1790
Las primeras edificaciones que se levantaron en el desértico paraje de la Marina de Águilas en el siglo XVIII fueron los grandes almacenes y ermita por D. José Balaguer en noviembre de 1728, en lo que es hoy la calle Murillo. Dos años más tarde, construyó su casa fortín a un cuarto de legua de la incipiente población, edificio que se conserva, una cuarta parte de su original, y, que está en lamentable estado de abandono. Esta primera Ermita de la calle Murillo, junto con su gran almacén se derribó en los años setenta del pasado siglo. Cuando se puso en marcha la repoblación de Las Águilas, según el proyecto del conde de Aranda, a partir del 1787, el Conde de Floridablanca en noviembre de ese año, en vió al Maestro de obras Martínez de Lara los planos de la futura iglesia realizados por el arquitecto D. Juan de Villanueva. Mientras tanto se habilitó un almacén del puerto, propiedad del Marqués de Ruvira, cuyo alquiler lo pagaba la Real Empresa, fundada por el rey Carlos III, para que hiciera las funciones de Iglesia de manera provisional, quedando inaugurada con toda solemnidad en Julio de 1790, festividad de Santiago Apóstol, con el título de la Purísima Concepción y San Indalecio. Ese día fué grande en la nueva población, pués llegaron importantes personajes de Lorca, tanto civiles como eclesiásticos. El consejero Robles Vives regaló todos los ornamentos y objetos de culto, así como un gran cuadro de La Purísima, que presidía el altar principal. Esta advocación mariana, era la primera patrona del nuevo poblado, hasta que apareció en un cajón de un barco procedente de Orán la imagen de la Virgen de los Dolores que tenía otro destino. Los portuarios, al destapar la caja vieron la maravilla artística que llevaba dentro y decidieron llevarla a la vecina iglesia almacén para que el pueblo le rindiera culto. Se habilitó un altar, sin quitar el principal que era el original de La Purísima, y colocaron la imagen con la advocación de la Soledad, así pensaba D. Juan López Padilla, el cura encargado de la nueva iglesia almacén que correspondía a dicha imagen. Hay un documento precioso que nos informa que la Virgen ya estaba en este lugar de culto en marzo de 1808. Se trata del testamento de Dª María Llopis que ordena que se celebren seis Misas en el altar de la Soledad. Fué el día 3 de diciembre de 1853 cuando se trasladó la imagen al nuevo templo parroquial de San José, entonces se cambió el título por el de Virgen de los Dolores.
Inauguración y bendición del nuevo templo
La hora tan esperada de ver los aguileños el nuevo templo parroquial de San José, una vez transcurridos más de cincuenta años de sobresaltos y expectativas, llegó el momento de su bendición. Un mes antes el cura párroco D. Juan Antonio Munuera se entrevistó con las autoridades y lo más notable del pueblo para hacerle saber la importancia de esta celebración. Por eso, el ayuntamiento, no estaba ajeno a este sueño, que todo el pueblo de Águilas vivía con toda intensidad. Esto motivó que la Corporación se reuniera con carácter extraordinario el 9 de noviembre de 1853 notificando que el Ilmo. Sr. Obispo de la diócesis sería el encargado de consagrar la nueva iglesia parroquial. Al mismo tiempo, se propuso celebrar los festejos pertinentes para dar mayor realce a dicho acontecimiento. Se acordó además que el Ayuntamiento organizase una suscripción del vecindario para hacer frente a los gastos que se iban a originar en esa semana. Más tarde se verá que el producto de dicha colecta no fue suficiente. Resultó un total de 18.247 reales de plata, y la mitad de los gastos la pagaron el cura Munuera y su coadjutor Romero Morales. En esa misma sesión municipal se nombró una comisión de seis miembros formada por el alcalde D. José Crouseilles Sánchez-Fortún, y el cura párroco D. Juan Antonio Munuera, el beneficiado coadjutor Romeroi Morales, y los feligreses D. Ventura Gris y D. Pascual Ayuso, presidentes de distintas empresas mineras “orgullosos de ostentar estos cargos de tanto timbre de cultura y religiosidad.” (Libro Capitular municipal correspondiente.) Hay que resaltar que D. José Maria Romero Morales fue el segundo sacerdote nacido en Águilas, y gastó todo su capital, que era muy cuantioso, en la construcción y ornamentación de la nueva iglesia.
El primero fue D. Melchor Martínez de Tudela que ejerció también como ayudante en el almacén que hacía como parroquia. También recordamos que el 16 de Enero de 1797 nació en nuestro pueblo Don Juan Alfonso Alburquerque, hijo menor del gobernador del castillo de San Juan. Falleció como obispo de Córdoba en esta ciudad el 13 de Marzo de 1874. Todo estaba preparado para este magno acontecimiento. Desde Lorca el Sr. Obispo Don Mariano Barrio Fernández anunció su llegada para el 30 de noviembre, enviando un escrito en el cual se anunciara en la puerta principal del templ,o la obligación de ayunar todos los feligreses el día anterior al comienzo de la consagración de la nueva iglesia fijado para el 3 de diciembre de 1853.